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El mundo que el poder que se estableció en Rusia después de la Revolución de Octubre prometía construir no sólo debía llegar a ser más justo o garantizarle al hombre un mayor bienestar económico: ese mundo, tal vez hasta en mayor grado, debía llegar a ser bello.” Escrito en 1987 y publicado en Alemania en 1988, este ensayo –entretanto traducido a las principales lenguas del mundo– es el libro con el que Boris Groys se dio a conocer con contundencia en una escena cultural, la de Occidente, a la que había tenido que emigrar desde Moscú a principios de los años ochenta. Lacónico, brillante y riguroso, escrito desde una perspectiva inédita y sorprendente para los puntos de vista al uso sobre arte o filosofía de la cultura, su título agudo y llamativo ya apuntaba directamente a su tema: Gesamtkunstwerk Stalin es una expresión cuyo primer término “remite, por supuesto –apuntaba Groys en su prefacio a la edición rusa de 1993–, al término utilizado por Richard Wagner para caracterizar su propia comprensión de la ópera y del mecanismo de su influencia sobre el espectador”, y que hoy equivale, sobre todo, al concepto de “multimedialidad”, “que designa la utilización de diferentes medios en el marco de una misma obra de arte (…) También la realidad soviética de la época estaliniana puede ser descrita como una única escenificación multimedia: como una obra de arte total, capaz de absorber e incorporar completamente dentro de sí a su espectador”. En Obra de arte total Stalin, Boris Groys pone en entredicho la opinión corriente, formalista y superficial, según la cual el estalinismo significó sin más el final de la vanguardia: “mi primer estímulo para escribir este libro fue el deseo de responder a la interrogante: ¿qué ocurrió en realidad con las ambiciones y estrategias artísticas de la vanguardia? Mi respuesta fue y es que la cultura estaliniana se apropió de esas ambiciones y estrategias y las utilizó a su manera”. Explorando esa continuidad de modo esclarecedor, Obra de arte total Stalin interpreta el experimento artístico- político del estalinismo desde sus precedentes en la vanguardia, y nos muestra la lógica de su funcionamiento desde la reflexión y la práctica artística, peculiarmente postmodernas, de algunos de los artistas que vivieron en los márgenes de la utópica obra de arte total estaliniana.