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Porque al final hablé de un rayo de sombra y pedí turbiedad, una duda precaria. Porque mis vecinos de abajo, los anticuarios, me obsequiaron hace tiempo una oración en la que abundan palabras bíblicas como «áspid» y «saetas», y no entendí. Porque las cosas, cuando más o menos perduran, se cierran como un ámbar. Porque no sé empezar. HERNÁN BRAVO VARELA