Contra toda previsión, la primera revolución socialista tuvo lugar en una sociedad campesina, en una sociedad que se encontraba fuera de la trayectoria histórica europea, fuera de “la civilización universal” de Hegel. La Revolución de Octubre no intentó, como pretendía la ideología del marxismo oficial soviético, y como interpretaron los marxistas occidentales, el paso de un estadio histórico a otro superior, es decir, del capitalismo al comunismo. Fue una revolución dirigida a negar la posibilidad del capitalismo, no a superarlo como fase histórica. Sin embargo, el marxismo resultante de la visión eurocentrista de la historia se convirtió en dominante dentro del pensamiento marxista y no estuvo en condiciones de entender las particularidades históricas de Rusia, lo que dio lugar a un particular proceso de vulgarización del marxismo que se manifestó en su debilidad para entender y explicar la realidad soviética. Octubre contra El Capital explora, sucinta pero contundentemente, las dificultades y contradicciones que el marxismo occidental ha tenido –y tiene todavía– para comprender la naturaleza y el alcance de la revolución soviética.