El asunto del que se ocupa el presente texto va más allá, mucho más allá, del consabido "el futuro no es lo que era". Si el asunto se sustanciara en eso, todavía no tendríamos motivo de severa preocupación: apenas nada parece mantenerse igual que antaño. Lo realmente grave y nuevo no es que el futuro haya variado, ni siquiera que lo haya hecho de manera sustancial, sino que, directamente, nos hemos quedado sin él, ha desaparecido de nuestro horizonte. No ha sido, desde luego, una desaparición casual o azarosa, sino que ha tenido lugar, como queda anunciado desde el mismo título, como consecuencia de un robo. Víctimas del mismo, habitamos en sus efectos, unos efectos tan eficaces como poco visibles y a cuyo dibujo y análisis se aplica aquí Patxi Lanceros con la intensidad, brillantez e inteligencia que siempre han caracterizado a sus textos. Consecuente con alguna de sus influencias mayores, el autor se esfuerza por pensar más allá de los límites de lo que hoy nos resulta pensable. Ello le lleva a irrumpir en territorios no roturados, en espacios de reflexión apenas hollados por discurso alguno. Es este carácter, entre aventurado e iniciático, uno de los rasgos que sin duda más habrá de destacar a los ojos del lector, probablemente desazonado conforme avance en su lectura. Nada tendría de extraña su desazón: no es grato constatar la rica variedad de formas que ha alcanzado la intemperie en estos días.