En esta primera novela, Virginia Stephen nos regala una mirada inteligente y divertida de la sociedad y sus costumbres; una delicada percepción –mordazmente aderezada- del carácter, discurso y comportamientos en las relaciones humanas. Cada uno de los personajes son poseedores de cierta singularidad únicamente dentro del entorno social en el que conviven. El relato transcurre en tonos claroscuros que nos acercan al latido, en apariencia impalpable, de los deseos entretejidos que impulsan los destinos. La autora con su talento y su certera apreciación de la dimensión humana, nos conduce hacia su descubrimiento: el amor no es un don maravilloso.