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El alma de Ángel Darío Carrero en órbita sobre sí misma deviene mandala que asedia reiteradamente el locus sagrado de la Trascendencia, que n o es otro que el ápice último de su alma en proceso de transformación en Dios. Ronda vertiginosa, danza beoda, levedad esencial: el arabesco verbal giratorio de Ángel Darío deviene baile derviche giróvago, circuito de mariposa encandilada por un fuego que consume y no da pena, peonza embriagada, danza cósmica de Shiva, música secreta de las esferas en la que Pitágoras intuyó el baile místico de los iniciados. Átomo que gira delicadamente sobre sí mismo y que es contrapartida infinitesimal del movimiento perenne de los astros, ángel Darío remeda con su plegaria circular danzante la armonía y el ritmo último del universo. Y al hacerlo, buen franciscano al fin, vuelve a hacer bailar de amor a las estrellas –fratello sole, sorella luna-. No cabe duda, Llama del agua es un poemario erótico-místico écrit en dansant.