«Más allá del clásico en el que se ha convertido, y dejando de lado su espíritu de novela gótica, en la que lo maravilloso y costumbrista se dan la mano para crear un universo completamente nuevo, El retrato de Dorian Gray (189) es una minuciosa descripción de qué ocurre con el libre albedrío cuando se encuentra desligado de la responsabilidad y de la conciencia. La novela comparte la recargada estética de sus cuentos, la ligereza del diálogo, el giro emocional, un poco sentimental incluso, de sus protagonistas. Pero capta, como no se arriesgó en otras obras, el espíritu de la época, los pliegues del alma de Wilde, y, como todos los clásicos, se adelanta a una sociedad que, más de un siglo después, continúa absorta en su propia imagen, venera la juventud, relativiza los valores, desprecia lo fundamental del arte y sigue bailando, mientras todos miran, mientras todos ocultan algo que no desean que los demás contemplen».