Los antólogos, como los traductores, son traidores por definición: si los segundos han de adaptar un idioma a las reglas y la música de otro, los primeros escogen una línea argumental y eligen aquello que mejor se amolda a sus intereses entre un número de posibilidades casi infinito para que otros les presten su voz. Así pues, este libro es solo una selección de la literatura que, desde mediados del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XX, habla del miedo al otro, como individuo o como grupo, del otro como monstruo, de la masa como monstruo, en clave de ciencia ficción. Porque, como dijo Úrsula K. Le Guin, “los géneros literarios no son punto de partida, sino de llegada”. Hay en estas páginas seres humanos que mutan, ya sea para bien o para mal, para hacer frente a los avatares de la vida y de la muerte; también sociedades que aspiran, para bien o para mal, al cambio. Mutaciones y distopías que, como se afirma en el prólogo, son “aspectos de una misma circunstancia: nuestra incapacidad de vivir pacíficamente en sociedad responsabilizándonos de nuestros actos y con la conciencia de que compartimos espacio con otros seres vivos, ya sea por amor o por supervivencia; y la incapacidad de tolerarnos a nosotros mismos tal como somos, la necesidad de que algo externo a nosotros nos permita volvernos definitivamente malos o definitivamente buenos”.