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Del no mundo abarca la poesía de Juan Eduardo Cirlot desde 1961 hasta 1973, excepto el ciclo Bronwyn. Durante esta última etapa, Cirlot se enfrenta a las grandes preguntas sobre la existencia partiendo del prisma del límite y la vocación de totalidad. Así, crea con su palabra un terreno propicio a la transformación –de carácter alquímico–, generando un humus negro del que surgen los destellos del oro, la meta final. Como consecuencia, el lector se verá sumido en un potente magma oscuro y cegador, asaltado además por el ritmo y el sonido, e incluso por la letra y su ubicación en la página. La maestría de Cirlot le hace enfrentarse tanto al soneto como a la poesía experimental, permutatoria y fonovisual. Este amplio espectro en el campo de la forma está vertebrado por la fuerza del que «inscribe su alma» en cada verso y que probablemente es la voz poética española más innovadora y arriesgada del siglo XX.