Marcel Schwob (1867-195), escritor clave del París de fin de siglo, escribió toda su obra entre los 24 y 29 años en una prosa que aspiraba a ser lo más clara y neta posible, y que a su amigo Rérny Gourmot le parecía de «una sencillez pavorosamente compleja». La búsqueda de lo individual y la diferencia fueron siempre su principal premisa estética. Por eso, no es de extrañar que Valéry y Borges hayan declarado haber seguido alguno de sus originales procedimientos literarios. Su imagen de hombre enfermizo, siempre rodeado de libros, es tópica, pero hay dos hechos que sobresalen y elevan el tono vital. de su biografía: su amourfou por una prostituta que encontró una noche en las calles de París, y a la que una vez muerta llamaría Monelle, y su amistad literaria con Stevenson, al que sólo llegó a conocer por correspondencia; su memoria provocó un largo viaje, al final de su vida, ya enfermo, rumbo a Samoa, con el objeto de ver su tumba y recorrer las lejanas tierras que tantas veces había soñado desde su biblioteca.