El manuscrito del Cantar de Ruodlieb, poema épico en latín compuesto en territorio alemán poco antes de la primera cruzada, no fue sin embargo descubierto hasta principios del siglo XIX. Los filólogos que se acercaron entonces a los ajados pergaminos se toparon con un excepcional material narrativo: viajes y aventuras, reyes, caballeros y damas, guerras, delitos y juicios, historias de amor y folclore; una creación única, ignorada y precoz que llegaría a ser considerada por algunos estudiosos nada menos que como la primera novela de caballerías, y su protagonista, el joven Ruodlieb, como el primer héroe cortés. Aunque el anónimo autor del poema —que cierra el ciclo de la épica latina carolingia de la que el Cantar de Valtario fue el más excelso testimonio— escribió unos cuatro mil hexámetros con rima leonina, solo algo más de la mitad han llegado hasta nosotros, muestra suficiente para evidenciar la imaginación y modernidad literaria de un texto que amalgama con perfecta naturalidad elementos de los más diversos géneros y tradiciones: la epopeya, el espejo de caballeros, la leyenda, el cuento popular, la fábula, el poema didáctico o la saga.