Pintores taxidermistas que naufragan en una sociedad hostil, ciegos que conocen los laberintos urbanos, motoristas desnudas que circulan por avenidas, extranjeros que aprenden un idioma confesándose, pilotos moribundos que descansan con la lectura de Saint-Exupéry o existencias abducidas por Cervantes y Petrarca. Unos conviven en medio de la zozobra venezolana, otros con el terrorismo acechante en Francia o el México simbólico de los balazos de la revolución. Impecable y magistral en sus cuentos, Rodrigo Blanco Calderón construye un retablo de personajes nocturnos, que se convierten en víctimas y verdugos de un sacrificio, de la expiación que es la vida en cualquier momento, en cualquier espacio, en la que todos somos «terneros». De Rodrigo Blanco Calderón se ha escrito: «Uno de los grandes nombres de la actual literatura venezolana, una literatura que suele ahora dar lo mejor de sí misma fuera de sus fronteras», Juan Ángel Juristo, La Vanguardia; «El estilo de Rodrigo Blanco es admirable», Arturo García Ramos, ABC Cultural.