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Kinti encontró bajo una acacia, junto al esqueleto de un dromedario, un zurrón de cuero en el que había una honda para lanzar piedras, un Corán muy usado y un libro con palabras que no entendía. La poesía nace de la tierra, de la necesidad de nombrar las cosas, de hacer magia con las palabras. "... Las palabras se fusionan con los elementos de la naturaleza y trazan un puente entre culturas a través de las potentes e imaginativas ilustraciones, de corte onírico, entre las que distinguimos al protagonista, constituyendo un sincero homenaje a Miguel Hernández (...). El despliegue gráfico, nacido entre la bruma y el jaloque, impacta en el lector y despierta todos sus sentimientos"