La mente recursiva desafía la noción común según la cual es el lenguaje lo que nos hace específicamente humanos. En este persuasivo libro, Michael Corballis sostiene que lo que nos distingue a nosotros dentro del reino animal es nuestra capacidad para la recursión: la habilidad de incrustar nuestros pensamientos dentro de otros pensamientos. “Pienso, luego existo” es un ejemplo de pensamiento recursivo, porque el pensador se incrusta a sí mismo dentro de su pensamiento. La recursión nos permite concebir nuestras propias mentes y las de los demás. También nos confiere el poder de “viajar mentalmente en el tiempo”, es decir, la capacidad de incrustar la experiencia del pasado o el futuro imaginado en nuestra conciencia presente. Basándose en la neurociencia, la psicología, la etología, la antropología y la arqueología, Corballis demuestra cómo estas estructuras recursivas llevaron a la emergencia del lenguaje y el habla, lo que a la larga nos permitió compartir nuestros pensamientos con los demás, planear nuestro comportamiento de modo colectivo y reconfigurar nuestro entorno para reflejar cada vez mejor nuestra imaginación creativa. Explica también que la mente recursiva fue fundamental para la supervivencia de nuestra especie en las duras condiciones imperantes en el Pleistoceno, y cómo su evolución reforzó la cohesión social. Detalla cómo el propio lenguaje se adaptó al pensamiento recursivo, primero mediante la gesticulación manual y después, con la aparición del Homo sapiens, vocalmente. Luego surgió la fabricación de herramientas y la manufactura, y la aplicación de principios recursivos a estas actividades llevó a su vez a las complejidades de la civilización humana, a la extinción de otras especies como los Neandertales y a la supremacía de nuestra especie sobre el mundo físico.