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En este ensayo de antropología pedagógica, Joaquín García Carrasco se pregunta por qué la cultura es una necesidad vital de los humanos y por qué las acciones de formación constituyen un componente necesario de la profesión biológica de la especie humana. Y apunta respuestas. La cultura como dominio vital de los seres humanos supone dos habilidades distintas que se implican mutuamente: la que se origina a partir del poder creativo y realizador de la mente, y la que surge de la capacidad para detectar los estados de la mente de los demás. Gracias a estas habilidades, las sociedades son comunidades de prácticas compartidas en las que ciertas instituciones de acogida practican la acción humanitaria de incorporarnos a la cultura: el proceso de humanización. En última instancia la cultura nos habilita para ejercer una ciudadanía madura, pues nos exige ser capaces de comprendernos mutuamente y de comprender la vida; es decir, poder leer en la cara y en el mundo.