Las relaciones interculturales que tenemos la oportunidad de experimentar en la escuela son una fuente de enriquecimiento para todas las personas que la integran. Los profesionales de la enseñanza tienen la tarea de promover que éstas sean lo más enriquecedoras posibles mediante prácticas educativas renovadoras que fomenten una serie de actitudes y valores imprescindibles para convivir. Los autores de este libro reflexionan sobre estas cuestiones y sobre lo que consideran los pilares de la personalidad, como son la autoestima y la creatividad, que hacen posible no sólo el respeto a la diversidad, sino también el disfrute de lo que todo ello puede aportar. De esta manera, proponen prácticas educativas a través de la música, cuyos objetivos son el aprendizaje para la resolución de conflictos, el conocimiento de la cultura propia y ajena, el desarrollo de la autoestima, de la creatividad y de los valores, así como el reconocimiento de los prejuicios y estereotipos inmersos en nuestra sociedad. La inclusión del alumnado y sus familias en la vida escolar y en la tarea de las relaciones interculturales es fundamental; en este sentido, los docentes son como compositores que pueden crear, con las distintas notas a su alcance (sus alumnos) y los instrumentos musicales de la orquesta (las oportunidades que la escuela ofrece), una obra musical de gran belleza.