El zombi, criatura denostada en otro tiempo por la alta cultura y confinada a formas “subalternas” del género de terror, se ha abierto paso en el imaginario de los miedos posmodernos, asaltando los salones de nuestras casas y adueñándose de una parte importante del universo de la ficción, sea en la literatura, el cómic, el videojuego, el cine y la serie televisiva. ¿A qué se debe este auge del género Z? Este libro pretende constituir una aproximación a la comprensión del reciente éxito mediático de la figura del zombi y a su significación sociológica. El zombi es, sobre todo, un personaje de distopía. Se alimenta de nuestros miedos y deseos. Habla de nuestro mundo, del presente y el futuro. Como compañero de viaje, el zombi aporta una mirada muerta (o devuelve el reflejo de nuestra mirada) a la realidad social de nuestros días, mirada que resulta bien apocalíptica o profética; bien crítica o admonitoria. En un tiempo de profundas transformaciones sociales, una figura terrorífica como el muerto viviente nos sirve para analizar el comportamiento de los vivos, de esas masas de ciudadanos que se han convertido en consumidores, de esos supervivientes de la distopía que presentan una serie de rasgos ensalzados por el discurso económico en boga: individualismo pero trabajo en equipo; independencia pero respeto a unos patrones sociales arraigados, más allá del apocalipsis y del fin de la civilización. Sobrevivir al zombi, escapar del zombi, no ser como el zombi, en definitiva, se presenta, entonces, como un ejercicio de demostración (una prueba de carácter) de que el individuo, un tipo concreto de individuo, puede pervivir (subsistir, resistir) en el alienante escenario de principios del siglo XXI.