Uno de los grandes mitos de nuestro tiempo es que la izquierda tiene buenas ideas pero no es capaz de llevarlas a la práctica, mientras que la derecha, siendo más modesta en sus aspiraciones, sí sabe gestionar lo existente. Este discurso, que en absoluto está respaldado por la experiencia histórica, ha calado profundamente en la sociedad. Un ejemplo: Rodríguez Zapatero ha pasado a la historia como el culpable de la crisis de 28. Y si bien se le puede reprochar su falta de determinación para abordar el cambio necesario de nuestro modelo productivo, nada hace suponer que un dirigente del Partido Popular hubiera hecho algo muy distinto de haber estado en su lugar. La derecha sabe gestionar, la izquierda no; la derecha genera empleo, la izquierda lo destruye; la derecha atrae inversiones, la izquierda las espanta; la derecha reduce el gasto público, la izquierda hace que se dispare. Nada de lo anterior es cierto, pero si una mayoría cree que lo es, se asume inmediatamente como verdad. En España, los servicios públicos están constantemente amenazados por aquellos que están dispuestos a lucrarse a través de su explotación, de ahí que la gestión sea la batalla más decisiva. En estos días de emergencia sanitaria vemos como lo público se está poniendo a prueba más que nunca. Porque de quien gobierne dependerá que se proteja lo que es de todos o que se devalúe hasta terminar malvendiéndose al mejor postor. Para combatir los excesos del capitalismo es necesaria una alternativa creíble que gestione adecuadamente los bienes y servicios públicos, dotándolos del personal y los medios necesarios. En la ciudad de Madrid se aplicó esta fórmula durante los cuatro años de gobierno de Manuela Carmena, y aquí está el resultado de esta experiencia, contada sin triunfalismos, señalando los aciertos y reconociendo los errores, combinado la mirada retrospectiva y la prospectiva.