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La crónica que hizo el marqués de Custine de su travesía por Rusia en 1839, además de una maravillosa muestra de la literatura de viajes, es un análisis agudo e incluso profético de uno de los países más vastos, complejos y asombrosos del mundo. En estas cartas imaginarias destinadas a los lectores de su época, Custine, que en su periplo trató a personas de toda índole, incluido el propio zar, nos ofrece vívidas descripciones de San Petersburgo y Moscú, de la vida en la corte y a pie de calle, así como de la empobrecida comunidad rural. Repudiado tanto por los zaristas como por los bolcheviques, Cartas de Rusia fue un texto tremendamente popular ya en vida del autor, y tras su recuperación durante la Guerra Fría se convirtió en un clásico tan indiscutible como La democracia en América, de Tocqueville.