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Oh, maligna sigue los pasos de un joven Pablo Neruda hasta Rangún, en la antigua Birmania, adonde el poeta llegó en 1927 para ocupar el cargo de cónsul honorario de Chile. Allí conocería a Josie Bliss—la maligna, la furiosa, como la llamaba él—, con la que iniciaría una relación tan ardiente como tormentosa que terminó obligándolo a huir a Ceilán. El recuerdo de este amor de juventud, del que Neruda dejó constancia en uno de sus poemas más célebres, «El tango del viudo», lo acompañó hasta la muerte, y Jorge Edwards, compatriota y amigo del poeta chileno, lo recrea con maestría en esta obra, que no es sólo el relato de una gran pasión, sino un homenaje personal a Neruda, y sobre todo a la literatura y a las palabras con que se crea.